Jueves, 25 de enero de 2018
MENSAJE PARA LA APARICIÓN DE
MARÍA, ROSA DE LA PAZ, TRANSMITIDO EN EL CENTRO MARIANO DE FIGUEIRA, MINAS
GERAIS, BRASIL, A LA VIDENTE HERMANA LUCÍA DE JESÚS
Cuando el viento del Espíritu
de Dios sopla sobre el mundo, remueve las capas que ocultan los abismos, las
miserias, las mentiras y los egoísmos de los hombres. Todo parece caos y
desasosiego, pero la Presencia Divina viene para renovar y limpiar la Tierra.
Cuando el Espíritu de Dios
sopla dentro de los seres, expulsa de su interior lo que no responde a la
Voluntad Divina. Todo se mueve, todo parece inquietud y desasosiego; pero Yo
les digo, hijos, que es el Espíritu de Dios removiendo de sus mundos internos
las impurezas y las miserias que estaban ocultas, incluso a sus propios ojos.
Cuando el Espíritu de Dios
sople sobre el mundo y dentro de los seres, no vean solo el viento y no
lamenten lo que él remueve de lugar; dejen que sople, mueva y transforme; abran
las puertas y las ventanas de la casa de este mundo y dejen que el Espíritu de
Dios los limpie por dentro y por fuera.
Este es el tiempo para que el
Espíritu de Dios llegue al mundo, con fuego, con viento, con lluvias de Gracias
y de purificaciones. No miren el lodo, sino la perla que se revela cuando se lo
limpia de la consciencia humana.
Vean el Propósito, ténganlo
siempre por encima de los acontecimientos de este mundo y no confundirán, como
un castigo, lo que Dios les envía para transformarlos y removerlos del
estancamiento y de la inercia humana.
El Espíritu de Dios vendrá con
el fuego, con el viento, para limpiar y renovar, para incendiar y retirar de la
oscuridad, de la ignorancia a los tibios que solo señalaban los errores ajenos
y los errores del mundo, pero que no percibían el propio adormecimiento.
Hijos Míos, todos ustedes son
partes vivas del Corazón de Dios, principios de perfección nacidos de la Fuente
más sublime del Universo. Pero como las perlas perdidas en los pantanos de la
Tierra, la perfección se escondió dentro de ustedes y, en estos tiempos, la
purificación del planeta no es más que la venida del Espíritu de Dios para
rescatar esas perlas perdidas del Collar Celestial.
Por eso, no miren al lodo y no
le teman al viento, al fuego o a la lluvia que lava el mundo.
Vean la fortaleza que nace de
la superación de las dificultades. Vean la humildad que nace en el corazón que
ve su orgullo derrotado y sus ilusiones echadas por tierra por la Gracia del
despertar.
Vean la fe que nace en el
corazón de los que confían sin comprender y caminan sin ver a dónde van a
llegar. Coloquen sus ojos en el Triunfo de Dios que se diseña en lo desconocido
y en lo imprevisible de sus corazones.
El Espíritu de Dios viene para
devolver lo sagrado a sus espíritus; para que, en el Retorno de Mi Hijo, sus
esencias sean la mayor ofrenda de amor que pueden hacerle al Redentor de sus
almas.
Y derrotados, rendidos y
humillados por la Presencia Divina, vean surgir en sus pechos lo que los eleva,
los hace renacer y resucita, de la muerte a la vida, a sus pequeños espíritus.
Déjense soplar, déjense quemar
y ser lavados. Dejen que el Espíritu de Dios que llega al mundo transforme sus
vidas y renuévense en él para una nueva y pura etapa de evolución, de verdadero
retorno al Corazón de Dios; cuando, desilusionados de las alegrías del mundo,
conocerán el júbilo celestial de unirse al Padre.
Yo los bendigo y los renuevo,
bajo la Presencia del Espíritu de Dios que viene para transformarlos.
Vuestra Madre María, Rosa de
la Paz