17. Ignorancia
Cuando utilizo la palabra ignorancia, no la
empleo en un sentido negativo. No me refiero a ausencia de conocimiento. Aludo
a algo fundamental, muy presente, muy positivo. Es como somos. Es la misma
naturaleza de la existencia la que permanece misteriosa, y ese es el motivo por
el que es tan hermosa.
Todo el conocimiento es
superfluo. El conocimiento como tal es superfluo. Y todo el conocimiento crea
solo una ilusión de que sabemos... pero no sabemos. Podéis vivir toda la vida
con un hombre, y podéis pensar que lo conocéis... pero no lo conocéis. Podéis
dar a luz, y podéis pensar que conocéis a vuestro bebé... pero no lo conocéis.
Sea lo que fuere lo que
creemos saber, es muy ilusorio. Alguien pregunta: «¿Qué es el agua?», y
vosotros respondéis: «H20». Eso es simplemente un juego. No se sabe lo que es
el agua, ni lo que es la «H» ni la «O».
Estáis etiquetando. Alguien
pregunta qué es esa «H», ese hidrógeno... y recurrís a las moléculas, los
átomos, los electrones... pero una vez más estáis dando nombres. El misterio no
está acabado... el misterio solo se ha postergado y al final solo queda una
tremenda ignorancia. Al comienzo no sabíamos qué era el agua, ahora no sabemos
lo que es el electrón, de manera que no hemos arribado a ningún conocimiento.
Hemos jugado al juego de dar nombres, de colocar en categorías, pero la vida
sigue siendo un misterio. La ignorancia es tan profunda y tan definitiva que no
se puede destruir. Y una vez que lo entendéis, podéis reposar en ella. Es tan
hermosa, tan relajante... porque entonces ya no queda adónde ir. No hay nada
que saber, porque no se puede saber nada. La ignorancia es definitiva. Es
tremenda 1, vasta.
Osho
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