348. El propio templo 14.12
Un templo público es un templo público; uno
necesita un templo propio, es un fenómeno privado.
En Oriente solíamos tener una
habitación separada para la meditación. Cada familia que podía permitírselo,
tenía un pequeño templo propio. Y la gente iba allí solo a rezar o a meditar,
no a otra cosa.
De modo que en ese lugar -con
el incienso, el color, el sonido, la atmósfera- todo termina por asociarse con
la idea de la meditación. Si habéis estado meditando en la misma habitación,
todos los días a la misma hora, en cuanto entráis en el cuarto v os quitáis los
zapatos ya estáis en meditación.
En cuanto entráis en la
habitación y miráis las paredes -las mismas paredes, el mismo color, el mismo
incienso ardiendo, la misma fragancia, el mismo silencio, la misma hora-,
vuestro cuerpo, vuestra vitalidad, vuestra mente empiezan a caer en una unidad.
Todos saben que es la hora, el momento de meditar. Y ayudan, no luchan contra
vosotros. Basta con sentaros allí para entrar en meditación con más facilidad,
silencio y sin esfuerzo.
De modo que si podéis tenerlo,
preparad un lugar pequeño -bastará con un rincón-, y allí no hagáis nada más.
De lo contrario, el espacio se confunde. ¿Humor?... Es difícil de explicar,
pero el espacio también se confunde.
Preparad un rincón pequeño,
meditad allí, y cada día intentad hacerlo de forma regular a la misma hora. Si
algún día os lo saltáis, no os sintáis culpables... está bien. Pero incluso si
de cien días podéis hacerlo con regularidad durante sesenta días, eso bastará.
Osho -
DÍA A DÍA, 365 meditaciones para el aquí y el ahora.
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