Te prestaré, por un tiempo un
perro – me dijo una voz.
Para que lo ames mientras viva
y lo llores cuando muera, tal vez serán 12 o 14 años, incluso puede ser por tan
sólo 2 o 3.
¿Lo harías? ¿Lo cuidarás por
mí mientras lo llamo de regreso?
Tendrá encantos que te
maravillarán y si su permanencia contigo es corta, siempre tendrás sus
recuerdos para aligerar su pérdida.
No puedo prometerte que se
quedará, ya que todo lo terrestre debe terminar.
Pero hay lecciones que quiero
que este perro aprenda.
He buscado por todo el mundo
tratando de encontrar un maestro verdadero.
Y de entre toda la gente que
habita la Tierra, te he escogido a ti.
Ahora dime, ¿le darás todo tu
amor y pensarás que el esfuerzo vale la pena?
¿No odiarás al mundo y a la
vida cuando venga de nuevo por él?
Y entonces contesté: – Sí,
estoy dispuesto, eso haré. Porque toda la alegría que este perro me traerá vale
bien la pena a cambio del dolor de perderlo.
Lo resguardare con ternura, lo
amaré de todo corazón mientras pueda y por el amor que me dará siempre estaré
agradecido.
Si vienes por él mucho antes
de lo que espero, seré fuerte ante la pena y trataré de entender el por qué.
Si, a través de mi amor, logré
cumplir tu plan para él, ayúdame a ser fuerte mientras lloro su partida. Y en
su recuerdo sé que encontraré que quien más aprendió fui yo.
Anónimo